Al final lo único que aquí quedó fueron besos. Besos bailando nuestro triste blues infinito, como hojas secas de otoño sintiéndose vivas, creyendo sobrevolar las aceras... Suavemente.
Besos como soles, besos acurrucados escalando árboles entre las estrellas; corazones rojos.
Quedaron también madrugadas gatunas de lágrimas de trapo y semillas secas, ojos de terciopelo azul y cristales empañados.
Latidos partidos, latidos prohibidos en mis labios atrapados en el hormigón de tu cuerpo. Latidos mudos.
Dejadme con mi ritmo allá donde la inocencia quedó rendida frente a la brisa marina y las caracolas que acunaban suavemente tu pelo... Nos equivocamos alejándonos del mar.
Te extraño. Esta ciudad no es más que una aureola de colores en tu búsqueda, pero al fin y al cabo... Colores.
3 comentarios:
"Dejadme con mi ritmo allá donde la inocencia quedó rendida frente a la brisa marina y las caracolas que acunaban suavemente tu pelo... Nos equivocamos alejándonos del mar."
Me encanta ;)
Yo últimamente no veo ni colores ni besos ni nada...
es lo que queda.
me encanta, llevo tiempo leyéndote y la verdad, me maravillo con tus textos.
un beso
te agrego a mis links
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